Nina vuelve a su pueblo natal para vengarse del hombre que le causó un daño irreparable y que el entorno amparó con su silencio. Esta es la esencia de la nueva película de la directora navarra Andrea Jaurrieta, que no ha dudado a la hora de abordar un tema incómodo como el del consentimiento. Y lo ha hecho generando una atmósfera de venganza en la que todo, desde los colores empleados hasta la música y la puesta en escena, está cuidado al detalle. Plano a plano. Con clasicismo y estilo contemporáneo a la vez, con alusiones a títulos emblemáticos del western como Johnny Guitar, de Nicholas Ray, y con una heroína con una gabardina de piel al estilo de Sympathy For Lady Vengeance, de Park Chan-wook. “Mi forma de acercarme a la historia es de pura cinefilia; la puesta en escena puede recordar a las películas del oeste, pero la he usado para tocar un tema de hoy”, señala la realizadora.

Los arquetipos propios del género aparecen de otro modo “para darles un punto de vista feminista”. Aquí, la protagonista, a la que encarna Patricia López Arnaiz, es una mujer; en lugar del Monument Valley, el paisaje de fondo es la zona de Urdaibai (Bizkaia), y el Saloon se convierte en el Casino de Pescadores. Eso sí, el villano, interpretado por Darío Grandinetti, no está planteado como el malo malísimo, como un monstruo, sino “como un tipo que piensa que no ha hecho nada malo, como sigue pasando tantas veces”. Tras su debut con Ana de día, Jaurrieta vuelve con una historia en la que apuesta todo al rojo y espera ganar. “Estoy muy orgullosa de la película y espero que guste”, dice.

La película alcanza este viernes 10 de mayo su objetivo de estrenarse en salas. ¿Hay ansiedad, curiosidad, ganas...?

–Me siento muy nerviosa. Estoy expectante, a ver qué pasa. Sí, tengo más presión que con la primera, que, al ser tan libre y tan independiente, era como una declaración de intenciones en plan si te gusta o no, me da igual, esta soy yo. En esta segunda, como ya estoy un poco más dentro del sector, he ido a Málaga y he ganado un premio, tengo curiosidad por saber cómo funciona con el público, que es para quien hago cine. Lo que me ha llegado de momento es bueno, aunque, pase lo que pase, estoy muy orgullosa de la película.

¿Siente que con este trabajo se juega más?

–Puede ser, sí. De alguna manera, siento que tengo que demostrar que la primera no salió bien por casualidad. Y eso es lo que me genera un poco más de nerviosismo.

Después de verla, 'Nina' deja una sensación muy potente por las interpretaciones, la estética, la historia... Ha comentado que es como un disparo.

–Es muy mía, muy original. No se parece a nada de lo que se está haciendo ahora mismo y, sin querer ser pretenciosa, creo que eso es positivo porque la hace única. También es una película combativa, tanto en la propuesta audiovisual y en la forma de dar la vuelta a los arquetipos del western, como por el tema que trata y por todo el riesgo en la puesta en escena. Encontrar ese tono tan particular podría haber salido mal, pero hemos encontrado el equilibrio adecuado. 

¿Qué es lo que ha ido recibiendo por parte del público desde el pase de la película en el Festival de Málaga, donde ganó el Premio del Jurado?

–Muy buenas sensaciones. En Málaga, la ovación duró todos los títulos de crédito. ¡Yo mandaba besos al público porque ya no sabía qué hacer! Quizá me emocioné más durante el estreno de Ana de día, sobre todo porque hacerla fue un proceso muy duro y la acogida me sorprendió mucho, y con esta el recibimiento también está siendo muy bueno. Todos dicen que es un salto adelante. Yo, desde luego, estoy muy contenta porque está gustando a la generación más mayor, creo que por esa mirada hacia el cine clásico que tiene, y las mujeres salen encantadas, aunque removidas por el tema.

¿Y a las/os jóvenes?

–También les está gustando, en este caso, sobre todo por el punkismo, por el hecho de poner a una tía con una escopeta. Salen todos con mucha energía. A ver si ahora también va bien. He dejado de leer las críticas porque lo paso fatal. 

¿Buenas y malas?

–Sí, sí, para bien y para mal. No las leo. Bueno, sí que leí la que escribió Cinemanía en Málaga. Fue alucinante, incluso citaban una parte del poema de T.S. Elliot con el que empiezo la película. Pero después no he querido leer mucho más. El otro día vi una mala y, uf, dije ‘mejor que no’ (ríe).  

Siempre ha parecido muy segura de lo que hace, de lo que quiere contar y de cómo quiere hacerlo.  

–Exactamente. Lo de las críticas buenas o malas es subjetivo. La película ya está hecha y va a ser igual, hagas una crítica buena o mala. Es mi forma de expresión, y si yo estoy tranquila con lo que he hecho, ya está. Me siento muy identificada con esta peli.

"Siento que debo demostrar que mi primera película no salió bien por casualidad"

En varias crónicas y críticas califican ‘Nina’ de alegato feminista. ¿Era era el objetivo desde el principio?

–A ver... la película trata esas zonas grises que hay en todas las situaciones, precisamente para mostrar que son más complejas de lo que parecen, pero, inevitablemente, contiene un alegato feminista porque mi forma de ver el mundo es la de una directora que trata este tema desde su punto de vista. Y yo me considero feminista. Pero no me parece que sea una película panfletaria; de hecho, quería huir de eso, de dividir entre buenos y malos.

Patricia López Arnaiz impresiona. Es un personaje femenino que no se ve muy a menudo.

–Y ella está muy contenta. Les hicimos un pase a los actores en una sala pequeña de Madrid y a Patricia lo que más le sorprendió es ver la parte del pasado. Claro, el rodaje de la Nina adulta y el de la Nina adolescente no coincidían más que cuando coinciden las dos en escena, que son dos momentos. Así que, aunque ellas sí que habían ensayado juntas para construir el personaje y Patricia lo había trabajado con su imaginación, dice que verlo en la pantalla le removió muchísimo. Salió emocionadísima de ese primer pase y está muy orgullosa de la película.

Además, para tirar de la película no viene mal que esté ella en ‘Nina’, viviendo un momento tan álgido como el que vive como actriz. 

–Bueno, cuando aceptó y apostó por este proyecto, todavía no había ganado el Goya por Ane. Y ahora está trabajando muchísimo, lo que no me extraña, ¿cómo no la van a llamar? Es buenísima y, además, te lo hace fácil. Así que le doy las gracias por motivos tanto laborales como humanos.

Andrea Jaurrieta, junto al pamplonés Daniel Vitallé (izquierda) y al donostiarra Iñigo Aranburu. Unai Beroiz

Para narrar el pasado, la película no usa el recurso del flashback, ¿por qué se decidió por esta opción?

–Decidí entremezclar pasado y presente y eso era lo que costaba un poco entender cuando presentábamos el guion a las televisiones. Ella entra a su pasado primero a través de un sonido y luego cruza una esquina y de repente empieza a verse. Por eso digo que la película tiene una estructura en espiral, porque al principio es lenta, no sé sabe bien qué pasa, y cada vez va más rápido entrando en esos recuerdos del pasado. Queríamos contar estos pasos de un tiempo a otro mediante un espacio, el pueblo y sus tradiciones, que están detenidos en el tiempo, y es esta entrada de Nina, esta disrupción, la que hace que las cosas cambien.

En la película, el silencio es demoledor para ella. 

-Ella trae un objetivo muy concreto, que es vengarse, y cree que con eso va a curar su herida. Pero se da cuenta de que el tema va más allá. Esto lo trabajé mucho con psicólogas, y es que las víctimas siempre se sienten muy culpables. Piensan ‘podía haberlo evitado’, ‘me miran mal’... En este caso, el silencio del pueblo cómplice es igual de doloroso para ella; esa soledad que siente es otro tipo de agresión.

La música contribuye a la velocidad que va cogiendo la historia. Funciona como una cuenta atrás. 

–La música es un trabajo gigante que ha hecho Zeltia Montes. La trabajamos desde dos leitmotivs. El primero tiene más que ver con la vuelta al pueblo, con caminar por sus calles, con el reencontrarse con Blas... No es tan agresiva. Y el otro leitmotiv es el mundo Pedro, que es más oscuro y más potente. Hay momentos en ambos se entrecruzan.

No rodó en Navarra, pero hay por ahí algún navarrismo.

–(Ríe) Sí, algún ‘a gustico’, ‘chirriao’... Son mis homenajes a Navarra. Es que mi inspiración son mis pueblos, Artajona, Beire, Zizur... ¡Elige uno! (ríe) Me fui a rodar a Euskadi porque en Navarra no tenemos mar, pero la inspiración de todo, de cómo visten, de la procesión, de los personajes... Y, bueno, me aceptaron esas palabras, así que... En cuanto al euskera, mis productores sí que me lo comentaron, pero si no habla nadie en euskera es porque no quería ubicar la historia en un espacio concreto. Estos temas pasan en todas partes.

También contó con unos cuantos vecinos de Artajona y Beire.

–¡Sí! Fue un respaldo muy fuerte porque, aunque la película parece más grande de lo que es y se hizo con mucho más dinero que Ana de día, realmente tenía un presupuesto cortito y no nos daba para contratar a muchos extras. Ahí surgió la colaboración preciosa de mis pueblos.

"Si no habla nadie en euskera es porque no quería ubicar la historia en un espacio concreto. Estos temas pasan en todas partes"

¿Se siente más segura de sí misma después de hacer una segunda película respetando su punto de vista?

–Es que es de la única manera en la que yo entiendo el cine, que para mí no es hacer películas como churros. En mi trabajo pongo todo de mí y es una forma de expresión artística. Si no defendiera mi propia forma de hacer, haría películas como todos los demás. Y sí, haciéndolo como yo creo que tengo que hacerlo me cuesta un poco más, pero al final lo consigo. Creo que esta persistencia también tiene un poco que ver con el personaje de Nina. Me costó mucho hacer la primera película y esta también estuvo a punto de no hacerse. Sin embargo, vuelvo a armarme y salgo con mi escopeta a decir ‘aquí estoy yo y la voy a hacer por mis ovarios’. A ver si la siguiente tarda menos y ya terminan de confiar en mí del todo.

La película está dedicada a tu hermana, Garbiñe.

–Mi hermana es una persona muy especial para mí. En el proceso de escritura y de producción de esta hemos vivido cosas un poco duras y se la quería dedicar. La quiero mucho.

De momento, el rojo la acompaña, que no está mal. En la película hace referencias a muchas cosas, ¿también a Almodóvar?

-Ahora está rodando en Nueva York, pero me encantaría que la viera y, obviamente, que le gustara.