Tras esta minicrisis política e institucional de los 5 días de abril en que el presidente Sánchez se retiró a meditar o a lo que fuera, toca ahora gestionar las consecuencias que deja detrás ese hecho inhabitual y controvertido. Desde la desconfianza generada en sus aliados, imprescindibles para la continuidad del Gobierno, a las consecuencias de su anuncio de abordar reformas democráticas para regenerar las estructuras del Estado. Y, sin duda, la permanencia de la estrategia de inestabilidad, bulos y crispación del debate público que emana de las filas de las derechas. Los insultos han continuado con más virulencia si cabe de lo que ya era habitual. Irá a peor.

De momento, Sánchez no ha hecho afirmaciones claras sobre sus intenciones de regeneración más allá de citar la imprescindible reforma del Poder Judicial y la renovación de su Consejo General, que acumula ya cinco años en estado de pendiente por la negativa del PP a negociar sus miembros. O la necesidad de abordar medidas que pongan coto a la proliferación de pseudomedios y de medios dedicados en exclusiva a la desinformación, la manipulación política y la intoxicación social y a desvirtuar la calidad del debate democrático. Y no parece fácil esto porque la libertad de expresión y de opinión y la libertad de prensa son pilares fundamentales del entramado democrático y cualquier decisión reformista tiene que partir del máximo respeto a esos derechos. Basta recordar que cada vez que el Gobierno central ha intervenido de la mano del PP en esas libertades y en el derecho constitucional a la información ha sido para recortarlos como ocurrió con el cierre de medios de comunicación con Aznar o la Ley Mordaza de Rajoy. Nunca mejor expresado lo de aquellos barros, estos lodos.

La regeneración democrática que anuncia Sánchez solo puede ser eso, democrática, o no será regeneración sino involución antidemocrática. Esa reforma democrática lleva pendiente muchos años y nunca hasta ahora ningún Gobierno ni con el PP ni con el PSOE había tenido la valentía suficiente para analizar y abordar las transformaciones democráticas que venían exigiendo la baja calidad de algunas estructuras del Estado pese a los signos más que evidentes y públicos de su deterioro progresivo. El todo atado y bien atado que impuso el franquismo a la democracia española con el régimen del 78 sigue vigente. Y ello exigirá ahora honestidad, delicadeza y capacidad de tejer acuerdos políticos, pero también sentido común y compromiso con los valores democráticos y las libertades civiles y políticas. De momento, van pasado las horas tras los 5 días de abril y la sensación es continuar en el mismo punto de salida de hace una semana.

De esos 5 días de abril realmente sabemos más bien poco o nada y eso solo alimenta la sospecha de una buena escenificación política planificada con los objetivos a lograr claros desde el principio, una jugada poco edificante para quien ostenta la responsabilidad de la presidencia del Gobierno. En el primer Consejo de Ministros tras la vuelta al curro de Sánchez, ninguna propuesta. Pero vista la carta de Chivite al Parlamento de Navarra se intuye una intención de trasladar la responsabilidad al resto de instituciones. No sé. A la espera de ir conociendo que planes y proyectos tiene Sánchez en el cajón. O si todo ha sido otro conejo en su chistera.