Cuando Iera Garbisu (16) era pequeña, se colocaba “unas cosas de madera” en los pies para emular los futuros patines que le harían campeona del mundo de patinaje artístico en su categoría. Comenzó cuando tan solo tenía 9 años y se ponía las competiciones en Teledeporte. Desde entonces, le suplica a su madre ir todos los días a la pista de hielo, aunque, por suerte, ahora le dedica unas 10 horas semanales: “Entreno lunes y miércoles hora y media; jueves y viernes, una de físico y otra de rotaciones y los domingos, dos de hielo, una de físico y otra de danza”. Su madre Kizkitza Larrea apunta de broma: “A las 6.45 de la mañana. No me deja ni un día para descansar”. 

Lola Bronte (11) mira a su compañera tímida, con los ojos llenos de orgullo y casi olvidándose de que ella también fue subcampeona del mundo en el Campeonato Inclusive Skating Championship, celebrado el 10 y 11 de abril en Londres. Con una voz tímida y modesta reconoce que ella comenzó a patinar cuando tenía 4 años porque sus padres le apuntaron, como a otros muchos deportes, pero no ha habido ninguno hasta la fecha que le haya apasionado tanto. Al principio, se movía por el hielo con miedo a caerse y no poderse levantar con un solo brazo, pero el talento y el trabajo han hecho que apenas pierda el equilibrio.

“Este deporte es todo para mí. No solo entreno, también me evado del mundo. Tan solo patino y nada más”

IERA GARBISU - Campeona del mundo de patinaje artístico

En este deporte minoritario, ambas han encontrado su sitio. “Tengo aquí una cuadrilla muy buena. De hecho, con el patinaje he conocido a mi mejor amiga. Además de entrenar, me evadido del mundo. Tan solo patino y no hay más”, señala Iera. Asimismo, reconoce que es una actividad que le ha beneficiado mucho para que su lesión no vaya a más: “Si no fuera por el patinaje, tendría una escoliosis muy importante y debería ir mucho más al fisio”. El médico, que trataba su parálisis del brazo cuando era pequeña, le explicó a su familia que necesitaba practicar un deporte que le obligara a mantenerse recta y trabajar todo el cuerpo. Les recomendaron que Iera hiciera natación, pero “lo pasaba fatal. Me agobiaba mucho en el agua”, comenta. “Luego le sugirieron que hiciera natación y… mírala, encantada”, añade su madre. Además de la lesión del brazo, tenía una luxación de la columna cervical alta, por lo que debía tener cuidado de que no se cayese. Al principio, como Lola, patinaba con miedo, pero se dio cuenta de que “para que surjan cosas nuevas, tengo que pegarme muchos porrazos”, asegura.

Iera Garbisu y Lola Bronte patinan en la pista de hielo de Huarte. Iñaki Porto

El patinaje ha mejorado mucho la autoestima de Lola. “Me siento mucho más segura ahora”. Adriana Casamayor, su madre, reconoce que ella ve que lo hace bien y que se da cuenta de que puede hacerlo. “Había probado muchos deportes antes, pero o no le gustaban no le resultaban tan fáciles como el patinaje sobre hielo. Es verdad que ahora trabaja mucho, pero tiene su recompensa”, Adriana mira a su hija, que está sonriendo, y Lola añade: “Cuando me caigo duele mucho, pero merece la pena porque estoy mejorando”.

Iera se estrenó primero en el campeonato con la complicación de haber hecho todos los pases generales del revés: “El jurado estaba justo al lado contrario del que yo empezaba el recorrido y tuve que cambiar todos los pasos en el momento”, señala. Se había confundido en algunos pasos y se fue a cenar con la sensación de que no iba a conseguir entrar en el podio. De pronto, le llegó un correo electrónico a su madre: era la campeona de su nivel. “No me lo creía. En ese momento solo estaba pensando en que para mí esto no era una competición, sino una experiencia en la que hago lo que más me gusta”, recuerda Iera.

Al día siguiente, le tocaba a Lola. “Fue emocionante ver a cada crío con su dificultad, emocionados y dándolo todo… Era una pasada. Me parece alucinante que, a pesar de todo, gente como Iera y Lola coja los patines, entren a la pista y hagan lo que hacen. Con lo difícil que es mantenerse de pie…”, confiesa entre risas Adriana. Cuando terminó y estaba esperando al momento de las medallas, Lola dudó un poco porque el resto de sus compañeras lo habían hecho muy bien, aunque reconoce que “lo hice muy bien. También tuve que cambiar el sentido de la danza para que encajara en el momento y fue un poco difícil. Me puse nerviosa, pero el resultado fue fenomenal”, asegura. “Las dos lo hicieron fenomenal. Flipamos”, añadió su madre.

El pasado jueves, Lola y Iera no se encontraron, como de costumbre, en la pista de hielo, sino en el Ayuntamiento de Huarte, casi tan a rebosar de gente como en fiestas. El motivo no era lanzar el cohete -dentro de unos años, ellas serán las encargadas-, sino homenajear a las dos por representar por primera vez y de una manera tan brillante a Navarra en un campeonato internacional. De esta manera, no solo se pretendía apoyar un deporte minoritario. También dar visibilidad a dos chicas que, a pesar de las dificultades, trabajan cada día para ser mejores. Para que todos esos niños y niñas que juegan con “unas cosas de madera”, sueñen que pueden llegar lejos, como ellas.