Como a la salida de un crematorio, recogió este periódico recién nacido las cenizas de la época más brillante hasta entonces de la historia de Osasuna. Se acercaba el final de lo que habían sido catorce años en los que un hito sucedía a otro, aportando la sensación de lo extraordinario, de lo nunca visto. Para aquel 8 de abril de 1994, el pasado rojillo ya era una rememoración cotidiana del orgullo reciente, prendido todavía a la memoria del dimisionario Fermín Ezcurra, del destituido Pedro Zabalza, del 0-4 del Bernabéu, del 2-3 de Stuttgart... Pero la sensación y los resultados en aquella primavera confirmaban que el nuevo rotativo llegaba tarde a la fiesta.

Osasuna descencía a Segunda División y una avalancha dejó 68 heridos. ARCHIVO DIARIO DE NOTICIAS

A la generación que solo había conocido el fútbol de Segunda y Tercera, le había nacido otra criada en los salones de Primera: del Real Madrid de la Quinta del Buitre, del Barcelona de Johan Cruyff, de los dobletes en Liga de Athletic y Real... Osasuna parecía parte indisociable de aquel paisaje de equipos con dirigentes mandones y clubes alegremente endeudados, hasta que el viento cambió de dirección, las cañas se tornaron lanzas y todo el mundo señalaba a la responsabilidad del otro en aquella guerra civil de rojos contra rojos.

Ningún inquilino, ni el de más larga morosidad, está preparado para un desahucio. Osasuna no era una excepción. El fútbol no suele aprender de sus errores; al contrario, tiende a repetirlos de forma cíclica y a veces con la misma frecuencia de una estación que sucede a otra cada tres meses: la maldita primavera , que cantaba aquella. Porque veinte años después de la llegada de DIARIO DE NOTICIAS a los quioscos, en mayo de 2014, Osasuna jugaba ante el Betis un partido a cara o cruz, uno de esos de los que milagrosamente acostumbraba a salir indemne, como si equipo y afición encontraran en noventa minutos de agonía una satisfacción masoquista que cubría la imposibilidad de alcanzar títulos.

La valla que contenía a la gente joven reagrupada en Graderío Sur cedió

¿Qué puede salir mal? Superando el guión escrito a finales del siglo XX, aquella otra etapa de catorce años (2000-2014) en Primera construyó nuevos hitos, algunos de más altura que la época anterior. Pero como entonces, la debacle no se vio venir. Fue como una repentina avalancha que puso al osasunismo un nudo en la garganta, aunque la figura más descriptiva sería una soga al cuello. Todo iba a salir mal. Muy mal.

La valla que contenía los impulsos de la gente joven reagrupada en Graderío Sur cedió. Un escalofrío recorrió todo el estadio, repentinamente mudo y con los ojos puestos en el mismo punto. Desde la cabina de prensa era difícil valorar el alcance del incidente. La imagen recordaba a un tapón humano del encierro, con cuerpos que trataban de huir a gatas del peso de otros cuerpos que no podían escapar. Los futbolistas dejaron de celebrar el gol o de lamentarlo para ocuparse de lo importante. Todo el mundo pensó que tenía un familiar, un amigo o un conocido en aquella montonera. Los periodistas, incluso los que estábamos como espectadores, vimos ahí una obligación.

La gente se agolpó en las puertas de acceso a esa zona del estadio mientras los cortos efectivos sanitarios aplicaban primeros auxilios a los heridos y dosis de serenidad a quienes se acercaban alterados. Una mujer buscaba alarmada a su hijo.

El presidente Archanco bajó del palco: él tampoco sabía lo que se le venía encima

El presidente de Osasuna, Miguel Archanco, bajó del palco para interesarse por lo sucedido: entre aquel tumulto, si había alguien que no sabía lo que se le venía encima era él. El incidente arrojó un saldo de cerca de setenta heridos, ninguno de gravedad. El partido estuvo detenido cerca de cuarenta minutos hasta que pudo reanudarse y llegar al final. A Osasuna, sin embargo, casi se le para el corazón.

La avalancha en la grada fue una metáfora de lo que venía. Osasuna perdió la categoría, el patrimonio, la buena fama, las formas, los papeles, el dinero, la vergüenza Todo se derrumbaba poco a poco y no había valla que aguantara aquel desplome en cadena, un efecto dominó en el que no asomaba la última ficha. Aquella hemorragia tardó meses en cortarse y aún hoy sigue latiendo como una vieja herida en el ánimo del osasunismo, receloso y más atento a todo desde entonces. Sería de un pesimismo patológico olvidar que en estos treinta años de vida del periódico los éxitos y las alegrías han salpicado la actividad de Osasuna y sus seguidores, que los buenos momentos echan paladas de tierra sobre los malos. Pero hay capítulos, páginas, que tenemos que mantener frescos, así pasen cien años. Por instinto de supervivencia.